miércoles, 4 de enero de 2012

Trampas, mentiras, malentendidos, secretos, rencores y contradicciones.







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Desde chico he preferido muchas veces, 
cuando no sabía expresarme de un modo más claro, 
hablar con metáforas, 
comparaciones no, metáforas. 
Es igual si resulta mejor o peor cuando lo cierto es que así es 
y no puedo hacerlo de otro modo. 
Otra condición inevitable para mi es, 
dejarme llevar por unos procesos de identificación 
con los personajes de algunas películas que me lleva 
no distinguir quién es quién. 
 Por eso y por otras muchas cosas, 
me encantan dos fragmentos de esta película. 
No he podido conseguirla en castellano y he tenido que escribirlo para que se entienda bien. 
Será farragoso, pero creo que es muy interesante el modo en que está contado algo 
que seguramente nos ocurre a todos, seamos sordos o no.


Children of a Lesser God - Part XIII
* Diálogo de la Parte XIII desde el 4:19


-John - ¿Qué has decidido? 

-John - ¿Que nadie va a volver a hablar por ti jamás?  ¡Vamos! ¿Cómo te las vas a arreglar?-

- Sarah - Todo el mundo ha opinado siempre por mi y yo les he dejado que lo hicieran. Ella quiere, ella piensa y la mayoría de las veces estaban equivocados. No tenían ni idea de lo que yo decía, deseaba o pensaba. Ahora no lo van a hacer.

-John -  Bueno es lógico. Lo Comprendo.

- Sarah - No, no lo comprendes.

-John - Claro que si. Porque te quiero. 
            ¿Que el amor no tiene nada que ver? 

-John - Esto es maravilloso. ¿Entonces qué demonios estamos haciendo?
           ¡Que observe tus manos! Es difícil ignorarlas.

- Sarah - Este signo significa conectar. Es bien sencillo.
 Pero significa mucho más cuando yo hago esto. Significa estar unidos en una relación, separados pero los dos siendo uno.
 Eso es lo que quiero, pero tu piensas por mi, piensas por Sarah como si yo no existiera. 
 Ella vivirá conmigo. 
Dejará su empleo. 
Ganará jugando al pocker. 
Se marchará a la fiesta de hoy. 
Aprenderá a hablar. 
Todo eso eras tu, no yo.
   Hasta que no me dejes ser yo, tal como eres tu,
 no podrás entrar en mi silencio y yo no te permitiré conocerme. 
Hasta entonces no podremos, aunque queramos, estar unidos.



* Diálogo de la Parte XIV.-

-John - Bien, todo eso es muy emotivo pero, ¿Qué vas a hacer para arreglártelas? 
Puedes encerrarte si quieres, dentro de tu precioso castillo de silencio.
Las he oído. He oído todas las palabras ¡Maldita sea!
Las he traducido para mi. 
Fueron de tus manos a mi mente y salieron por mi boca. ¿Y sabes una cosa? 
Creo que estás mintiendo. No creo que pienses que ser sorda sea tan maravilloso.
Creo que no tienes el valor de intentarlo. 
Creo que no es más que un orgullo estúpido lo que te impide hablar de una vez.
¿Quieres valerte por ti misma? ¿Quieres que no te tenga lástima?
 Entonces aprende a leer en mis labios. Y utiliza esa boquita tuya para algo más que para demostrarme que eres mejor en la cama que las chicas que oyen. 
 Observa mis labios. ¿Qué estoy diciendo? 
¿Qué estoy diciendo? Si aún quieres hablarme, aprende a utilizar mi propio lenguaje. 
¿Has entendido eso? ¡Claro que sí! 
Seguramente entiendes el movimiento de los labios desde hace años pero te gusta controlar el juego ¿Verdad? 
Ahora soy yo el que controla. ¡Que broma! ¡Que mierda de broma! ¡Vamos! ¡Háblame! 
¡Habla! 
¡Háblame! 


- Sarah gritando - ¡Escucha mi voz! ¡Soy como un monstruo! 

   Sarah se marcha.

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Alguien dijo que no se debe utilizar material ajeno para otros fines
 y mucho menos cercenándolo. 
Lo discuto. Hacerlo como lo hago, solo tiene que ver con poder pensar.
Cuando se trata de cuestionar y reordenar los retazos dispersos en la memoria,
nuestra cabeza monta por su cuenta. 
Lo hacemos al procesar las películas y nuestra vida;
siempre hay diferencias notorias entre lo que acabamos de ver o vivir y
cómo lo sentimos o revivimos un tiempo después.


Tan es así que he tenido que cambiar los textos. 
No comprendía qué me llevaba a mezclar estos dos fragmentos.
Cuando lo he terminado, "la manía de comprender", 
he tenido que rehacerlos.


Parece mentira, pero empeñarme en montarlo sin saber porque,
me ha llevado a comprenderlo 
y por eso me veo obligado a dejarlo estar.




Son muchas las ocasiones ya en que haciendo cosas similares a esta, 
comprendo los motivos al final 
y compensa poder reconocerte a ti mismo aquello que tan ajeno parecía. 





Termina siendo terapéutico. 
Merece la pena el esfuerzo.




 
No se si os ocurrirán cosas similares,
pero cuando ocurre así, se agradecen.




Tenemos tal capacidad de negar y fantasear 
que no me extraña en absoluto.




¡Y qué mejor modo de acabar que con otro fragmento!




A María Eladia
Pués cuando ardió la pérdida,
reverdecieron sus maizales.
Dedicatoria final de 21 Gramos



¿Quién escucha?





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