lunes, 12 de marzo de 2012



   Aislarse a veces puede suponer una siembra, suele saberse al contemplar una cosecha inesperada. En algún lugar de esa cosecha está creciendo algo liberador para mi. Me va a suponer un gozoso trabajo de epifanía, entretenimiento, vómito y construcción intuida bajo riesgos no conocidos que me llevará a algún lugar desconocido. Estos blogs que estoy montando, no dejan de ser una estructura válida para esa cosechadora pero se trata de uvas y con el vino ya se sabe, hasta el peor de todos, tiene su fermentación y un tiempo hasta embotellarlo y etiquetarlo. Me resisto tanto a las etiquetas que nunca se sabe: ¿acaso lo terminado, acabado o finalizado no está muerto? Es preciso permitir que halla negros en el celuloide, que se proyecte sin continuidad y que se cobre al final del principio suponiendo que lo halla, porque lo suyo sería que en ese momento te dirigiesen hacia otra sala con el tiempo justo de llegar (no siempre hay que hacerme caso, a veces escribo por no pensar y a veces pienso para no escribir)
   ¡Da gusto bombardear con Ramones lo escrito!

Rumiantes se presas del pánico




Veo más: veo que no me halló.
Veo más: veo que se perdió.
 La cobardía es asunto
de los hombres, no de los amantes.
Los amores cobardes no llegan a amores,
ni a historias,
se quedan allí.

Ni el recuerdo los puede salvar,
ni el mejor orador conjugar.

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